Colección del Metalibro Emilio Sepúlveda M 3 Octubre 2018 Fotografía: Emilio Sepúlveda Texto: Mónica Salinero Edición: Javiera Novoa Idioma: Español 150 ejemplares 36 páginas 14 fotografías 978-956-398-200-8 A-296178 Santiago de Chile Disponible en ferias $5.000 clp |
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Luz y movimiento, los materiales que dan forman a la fotografía como práctica productiva, se encuentran no solo como forma sino como objeto de reflexión sobre el lugar que ocupan y sus múltiples significados en la vida cotidiana en esta serie de Emilio Sepúlveda, correspondiente al tercer número de la Colección del Metalibro. Como elementos propios de la vida moderna, la fotografía tiene una historia que va paralela a la de las ciencias de la luz. De hecho, hemos tenido que crear mecanismos para captar un instante de luz que nos permitieran producir los registros visuales sobre nuestra realidad. Es más que difícil concebir nuestras existencias citadinas sin esa compañera constante que ilumina las noches, los espacios cerrados y que adorna rincones vacíos que solo percibimos al notar de pasada.
Aquí, la luz es la protagonista que nos muestra el movimiento y el devenir del tiempo que existe en cada situación por mas estática que ésta parezca. Las fotografías de Emilio, una tras otra, se nos presentan como si intentaran contravenir la idea común y generalizada de que la foto fija es nada más que eso: el registro de un momento sin tiempo alguno. Sin embargo, las luces que nos muestra nos hacen recorrer más que alguna mínima temporalidad, lo sentimos en el giro de una rueda, el avance de un tren, esperando que habrán las puertas del metro o al subir unas escaleras. Y en las fotografías de esos espacios subterráneos vacíos, que parecen estar a la espera de que llegue un ser humano, sigue siendo la luz el sujeto principal que interactúa dibujando las sombras de unos asientos en el lustroso piso, o que hace brillar un grupo de vitrocerámicos anaranjados y azules que adornan las paredes, como si supieran que se resisten a ser eliminados. |
Es a la vez la luz la testigo de todos los movimientos, desde la espera hasta los desplazamientos diarios en el metro de Santiago. Estas imágenes son el registro de esas situaciones cotidianas en que día a día parece todo ser igual, en las que nos transportamos para repetir la rutina, y que el fotógrafo comparte con todos nosotros, con las cientos de miles de personas que se trasladan diariamente en nuestra ciudad. Se trata de un pequeño álbum de las incalculables horas de nuestras vidas que usamos en llegar y en partir, como si se trataran de paréntesis de nuestras existencias. Y así también, ellas mismas, nos muestran la amenazadora belleza del movimiento que marca el avance del tiempo.
Mónica Salinero |